Organismos Internacionales y Políticas de Evaluación Dirigidas
a la Educación Superior Pública en México
Madalina Pérez Martínez
Con la implementación del proyecto
neoliberal se produjeron una serie de cambios en la educación superior en el
país, la cual se vio reflejada en primera instancia en la relación que se
mantenía con el Estado, pues el papel del Estado paso de ser protector y
benefactor hacía una postura controladora a partir de la rendición de cuentas
por medio de las evaluaciones; además; el lenguaje que se construyó alrededor
de la misma pues se incorporaron conceptos y prácticas propias de la
administración y de la economía tales como la planeación estratégica, la
eficacia, eficiencia, productividad, calidad, incentivos, etc., y la práctica de los académicos al interior
de las instituciones de Educación Superior, configurándolos en perfiles
deseables y la constitución de cuerpos académicos. Sin embargo; este proceso no
fue construido con el devenir de la educación superior sino argüido e implementado
a partir de las recomendaciones que los organismos internacionales, tales como
Banco Mundial (BM), Consejo Internacional para el Desarrollo de la educación
(CIDE), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación (UNESCO) y la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL) hacen a países como México, después de
realizar estudios sobre la educación superior.
Probablemente
antes, pero para efectos de este análisis se tomará como punto de partida el Programa
de Modernización Educativa promovido por el Carlos de Salinas de Gortari; con
la puesta en marchan de este programa se pretende la “la implantación de
estímulos a la productividad y la comercialización de los productos académicos”;
y es justamente este periodo cuando más estudios se hacen en nuestro país por
parte de los organismos internacionales. De cada una de las evaluaciones y
estudios se publicaron los informes y las recomendaciones que se hicieron para
resolver las problemáticas que resultaron, en 1991 el CIDE publicó “Estrategias para mejorar la calidad de la
educación superior en México”; en 1992 la CEPAL, “Educación y conocimiento: eje de la transformación productiva con
equidad”; en 1995 la UNESCO, “Documento
de política para el cambio y desarrollo de la educación superior”; y en
1998 “Conferencia mundial de educación
superior, La educación superior en el siglo XXI, visión y acción, informe final”[1];
también en 1995 el Banco Mundial, “La
enseñanza Superior: Las lecciones derivadas de la experiencia”; por su
parte la OCDE en 1997, “Examen de las
políticas nacionales de educación, México: educación superior”.
En cada una de las propuestas de los organismos internacionales que se
había impulsado en el proyecto de modernización educativa, se generaron
programas de evaluación para la educación superior, aunque de manera
independiente cada uno, desde los cuales se promueven la competencia, eficacia,
eficiencia y productividad en la cultura dentro de las IES públicas. Por lo que
la Comisión Nacional de Evaluación de la Educación Superior (CONAEVA) y la
Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior
(ANUIES) convocaron a reforzar la política de evaluación, en junio de 1990. De
esta forma se empezó a estructurar el proceso de evaluación para alcanzar la
calidad de la educación superior y con ello el prestigio de las IES públicas.
El CIDE, en
el documento “Estrategias para mejorar la
calidad de la educación superior en México”[2],
sostiene que la calidad de la educación es el reflejo y producto de los
numerosos componentes que caracterizan a cada Institución de Educación Superior
(IES). Entre los que se encuentran la dirección y administración, el perfil de
profesores, y estudiantes, los planes de estudios y las técnicas de enseñanza,
la investigación y su articulación con la docencia, los laboratorios, los
talleres, las bibliohemerotecas, los ingresos y las fuentes de financiamiento,
el manejo de los recursos, las relaciones con otras instituciones, la
vinculación con la sociedad y el sector productivo y el intercambio con IES extranjeras.
De esta
manera sostiene, que una de las recomendaciones para mejorar la calidad es la
evaluación de las IES en relación con las demás y con sus propios objetivos,
utilizando los criterios cualitativos nacionales adecuados. Y argumenta, que
las autoevaluaciones y evaluaciones externas constituyen instrumentos poderosos
para identificar debilidades y oportunidades, y elaborar presupuestos
apropiados.
Cuando hace
referencia a los académicos, sostienen que existe una relación directa entre el
detrimento de los salarios y la calidad de la educación superior, así que
recomienda que para mejorar la calidad de los profesores es necesario, entre
otras estrategias, “asignar retribuciones complementarias significativas a los
docentes que terminen una maestría o doctorado, (además de) establecer en cada
universidad un sistema para la regulación de nombramientos y promociones
docentes, basado en evaluaciones realizadas por pares y en criterios académicos
claros y precisos”.
Otra agencia
que hizo estudios y sugerencias para la educación superior en México fue la
CEPAL[3],
y aunque en ella solo se hace mención del derecho que se tiene a una educación
de calidad, los aspectos que le son concernientes abarcan: la acreditación de
programas y estudios, la formación de profesores e investigadores, las reformas
académicas y administrativas, la capacitación técnica, el intercambio de
docentes y alumnos, las investigaciones conjuntas y los desarrollos
estratégicos.
De la misma
manera; sugiere que se apoye a los docentes, mediante procesos de
reclutamiento, formación y capacitación, y la asignación de remuneraciones e
incentivos apropiados.
La UNESCO dio
a conocer su informe en 1995 y también se llevó a cabo la “Conferencia mundial de educación superior”
en 1998, en ambos documentos se expresa la postura de la agencia y se hacen
recomendaciones.
En “Documento de política para el cambio y
desarrollo de la educación superior”[4];
se proponen tres ejes estratégicos o ámbitos en los que ubica los problemas de
la educación superior: la pertinencia, calidad e internacionalización. Pero es
en el documento de la conferencia mundial de educación superior que se
establece una idea de calidad entendiéndola como “un concepto pluridimensional
que debería comprender todas sus funciones y actividades: enseñanza y programas
académicos, investigación y becas, personal, estudiantes, edificios,
instalaciones, equipamiento y servicios a la comunidad y al mundo universitario”.
Cuando hace
referencia a las políticas de promoción y contratación del personal académico,
sostiene que deben basarse en las aptitudes de docencia e investigación, pero
debe darse importancia a la evaluación (en todas sus modalidades) como política
para el perfeccionamiento del personal de la educación superior. También, promueve
el ofrecimiento de incentivos a los docentes e investigadores.
Los
documentos de la UNESCO no hacen recomendaciones tan explicitas como otras
agencias respecto de la productividad de los académicos pero respecto a la
evaluación dice que “Un sistema de evaluación de méritos justo e imparcial
puede brindar mayores garantías de calidad y de control de la misma”[5].
Esta es la
postura de la UNESCO, que aunque entiende que la educación y lo que implica
debe ser un bien social, tampoco deja claro el concepto de calidad, promueve un
sistema de evaluación meritocrático y que demuestre objetivamente cuales son
las diferencias entre los docentes.
Desde estos discursos la evaluación de la educación superior, y
específicamente de sus académicos; que
se ha promovido desde las políticas y programas, que se iniciaron en la SEP y
ANUIES, que está determinada por medio de indicadores rigurosos que promueve
una racionalidad de la producción a ultranza, donde el prestigio o desprestigio
de una institución está determinado por un juego de simulaciones generadas
a partir de los resultados obtenidos,
pero también de los procesos de participación en los programas, ya sea de
manera institucional, colectiva o individual.
En este contexto la evaluación de las instituciones y la reorganización de
los profesores en cuerpos académicos se fueron configurando a la par, sin
embargo; fue mucho mayor el impacto al menos en el discurso de la evaluación,
aunque las repercusiones más fuertes en términos de la práctica fue la
reorganización de los profesores en cuerpos académicos, pues esto contribuyó a
que se originaran nuevas dinámicas y prácticas entre pares.
En 1990, se creó en Fondo para la Modernización de la Educación Superior
(FOMES) que tenía como principal fin la obtención de recursos extra para las
IES públicas, a partir de la adopción de estrategias de evaluación
institucional encaminados a promover programas de modernización. Este programa
es creado y dirigido desde la SESIC de
la SEP.
A su vez desde la CONAEVA se crearon los Comités Interinstitucionales de
Evaluación de la Educación Superior (CIIES), para evaluar los programas de
licenciatura y posgrado por pares académicos, en este caso la obtención de
recursos se otorga de manera indirecta y sus indicadores hacen referencia más a
la profesionalización de las disciplinas. Desde el CONACyT se impulsó la
creación del padrón de posgrados de excelencia, que a diferencia de los CIIES
si proyectaba la obtención de recursos de manera directa.
Para la evaluación de los académicos, se creo, en 1990, el Programa de
Becas al Desempeño Docente, que operó desde la Secretaría de Hacienda y la
Subsecretaría de Educación Superior, con la finalidad de evaluar el trabajo
académico y establecer un estímulo económico a su desempeño, lo que en realidad
era un acercamiento al SNI, creado en 1984. Sin embargo; en 1992 se sustituye
por el Programa de Estímulos a la Carrera Docente, que tenía la misma finalidad
y se opera desde las mismas instancias.
La evaluación se consolidó como estrategia de la política para mejorar la
calidad y la relación del Estado con las IES se fue delineando más bien hacia
un proceso de vigilancia y control por parte del primero. Así la evaluación de
estudiantes, docentes, programas e instituciones fueron el punto de partida y
llegada para determinar el nivel de calidad que poseía una institución.
La concordancia entre las propuestas elaboradas por los organismos
internacionales y la política educativa asumida en México, es grande en cuanto
a la calidad y la importancia de la evaluación que en términos generales podría
no decir nada, sin embargo, es la portadora de la nueva relación que se
construye entre el Estado y la Educación Superior, la cual está determinada por
la vigilancia y el control.
La educación superior bajo esta lógica de la calidad basada en criterios
cuantificables, encaminada a obtener resultados tangibles, es portadora de una
racionalidad que prioriza el ejercicio pragmático y sin reflexión de los
actores del proceso educativo.
Así el referente primario para la concepción de la calidad se constituye
bajo la experiencia y el referente de lo útil, lo que produce y encuentra su
sentido en lo rentable, obviando las necesidades de la sociedad. De esta manera
el discurso de lo privado se ha inmerso en el discurso público.
[1] El título original es: “Higher education in the twenty-firth
century, vision and action, World Conference on Higher Education, Final report”
[2] COOMBS, Philip, Estrategias para mejorar la calidad de la educación superior
en México, CIDE/SEP, México, 1991
[5] UNESCO, Resolución 31 aprobada por la
Conferencia General en su 29.a reunión, París, 1998 Res.61
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