viernes, 16 de agosto de 2013

La Inclusión y la Educación Especial


Por: Leticia Mejía Cardoso


La escuela inclusiva no surge de la nada, sino que hay un largo camino previo que se ha tenido que recorrer, desde la idea de educación especial, a la de escuela de enseñanza especial, pasando por la escuela de integración, atención a personas con necesidades especiales de aprendizaje y llegando a la idea contemporánea de escuela inclusiva.
Como previo a la escuela inclusiva, la escuela de integración surge como una opción innovadora frente a la escuela  tradicional y excluyente; se define por su apertura y aceptación en las aulas regulares, a alumnos sin distinción de sexo, edad, origen social, situación económica, pertenencia social o étnica, así como a alumnos con necesidades especiales de aprendizaje que, tradicionalmente, eran excluidos o expulsados de la escuela regular o con necesidades de una educación complementaria para su “ normalización”.
Por ello la existencia de servicios de Educación Especial como: grupos integrados, Centros Psicopedagógicos, Escuelas Primarias Especiales, Centros de Atención Múltiple; y que después se reducen a Centros de Atención Múltiple básicos y laborales y las Unidades de Apoyo a la educación Regular.
Pero esto no fue suficiente, el de solo integrar o “agregar”, era necesario ir al siguiente nivel: una escuela inclusiva cuyas  características serán la apertura de las escuelas a toda la población, de manera que todos los que lo desean tengan cabida y puedan acceder a una educación de calidad, permanecer en el sistema, participar en todas las actividades y prácticas socio–educativas, como parte integrante de la comunidad educativa y de la sociedad en general.
Pero para lograr una escuela incluyente requerimos construir una sociedad incluyente, en la que todos quepamos, con nuestras diferencias y particularidades, con nuestras dotes y habilidades, con nuestros conocimientos e ignorancias. Una sociedad democrática no de nombre, sino en la práctica, que haga sentir a todos sus miembros, a todos los ciudadanos en igualdad de condiciones para participar de la vida política, económica, social, cultural, con acceso a todos los servicios particularmente salud, educación y vivienda. Una sociedad que dé cabida a todos sin importar condición social, ni sexo, edad, creencias u origen étnico, y todos tengamos los mismos derechos y obligaciones sin privilegios ante la ley y de ninguna clase; esa es una sociedad inclusiva-
Pero  ¿cuándo seremos una sociedad democrática?, si somos en la mayoría, una sociedad apática, apolítica donde “no pasa nada”, dónde no se toma el parecer de la ciudadanía, donde el Estado decreta y la mayoría acata, donde existe mucha corrupción, donde hay una marcada desigualdad social.
Este involucramiento significa también la solidaridad entre los miembros de una comunidad escolar, Por tanto, la educación inclusiva implica la responsabilidad de todos los actores del proceso de enseñanza aprendizaje y el apoyo hacia niños y niñas con necesidades educativas específicas, actualmente la connotación en educación básica es la de: alumnos o alumnas que enfrentan barreras al aprendizaje y la participación social.
En síntesis, la escuela debe ser un instrumento para la igualdad de oportunidades para todos, respetando la diversidad y atendiendo a las necesidades de cada uno de forma diferencial, además de un espacio de integración social, donde se conoce, comparte y convive con personas provenientes de otros grupos sociales, y se aprende a respetar y valorar al "diferente". Se busca la mayor calidad educativa para todos, para lograr su plena participación e integración social y productiva en el mundo adulto.
Un sistema educativo semejante estaría respondiendo a una sociedad democrática, y a las políticas que orientan su desarrollo. Por ello, la escuela debería perseguir las metas de ciudadanía, equidad e inclusión, de manera concomitante con las de competitividad, autonomía y desempeño, ya que la educación debe ser el pilar de una sociedad equitativa, justa y garante del desarrollo humano de sus ciudadanos.
Para lograr estos objetivos, todas las escuelas deberían tener los mismos medios y condiciones semejantes de operación, compensando el Estado los puntos de partida desiguales, equiparando las oportunidades y subvencionando con mayores recursos a las escuelas que más lo necesiten de acuerdo con las condiciones socioeconómicas de la población que atiendan, particularmente en las localidades y regiones más atrasadas y apartadas.
La política educativa referente a los niños con necesidades educativas especiales en todos los países no ha sido congruente a lo largo de la historia: desde una concepción separatista, segregacionista de creación de recintos especiales para niños con algún tipo de discapacidad, hasta la escuela de integración, sin tener en cuenta qué es la integración escolar, cómo se puede llevar a cabo y qué tipo de modificaciones curriculares se deberían haber hecho para lograrlo e, incluso, qué tipo de formación se debería dar a los maestros en formación y qué clase de capacitación a los que estaban en ejercicio; tampoco se pensó en dotarlos de auxiliares que apoyasen su labor en el aula cuando contaban con alumnos de estas características.
Aunque para ello, existe el personal de Educación Especial, pero que es insuficiente, pues no todas las escuelas y niveles cuentan con este apoyo.
No se trata entonces solamente de los principios básicos de la lectura, la escritura, expresión oral, el cálculo y la solución de problemas como objetivo final de la escolaridad, sino como base para alcanzar mayor desarrollo humano a partir de sus contenidos básicos, conocimientos teóricos y prácticos, valores y actitudes, necesarios "para que los seres humanos puedan sobrevivir, desarrollar plenamente sus capacidades, vivir y trabajar con dignidad, participar plenamente en el desarrollo, mejorar la calidad de su vida, tomar decisiones fundamentadas y continuar aprendiendo".  Aunque estas necesidades básicas cambian según los países, las culturas y las épocas, hoy parece ser una necesidad básica, por ejemplo, el manejo de la computadora, el saber navegar en internet, a fin de tener acceso a mayor información y, posiblemente, a un trabajo.
 Una democracia educativa así entendida sería insuficiente para abarcar a una cantidad de ciudadanos que con frecuencia son excluidos del sistema educativo, los discapacitados de cualquier tipo –unos más que otros pero segregados o, peor aún, discriminados por la sociedad, la escuela y los ciudadanos mismos.
Por ello, la democracia sin la reforma de la escuela está incompleta; y ésta, sin el cambio social, es una ilusión utópica. La política educativa en México se ha caracterizado por su inconsistencia en relación con este segmento de la población. Desde la desatención absoluta a la educación especial, a la escuela de integración y una tibia propuesta de escuela inclusiva, (que aún no logra aterrizar)
Ante esta situación, algunos autores como Skrt (1995) proponen como punto de partida en la búsqueda de soluciones, el paso de la democracia simple hacia una adhocracia, entendida como la posibilidad de participación en las decisiones de todos los sectores de la sociedad –gubernamental, ciudadano– sin distinción de edades, sexos y condiciones socioeconómicas, políticas o culturales, de salud o de situación profesiográfica o civil.
Para este autor, la adhocracia es de carácter lateral y dialógico1, lo que se opone a la burocracia. Es decir, la búsqueda de soluciones a los problemas enfrentados implica la participación de todos los miembros de la sociedad, cada uno con sus propias calificaciones y conocimientos. En un proceso de colaboración fundamentado en el respeto a la diversidad, se participa solidariamente aportando ideas para construir acciones que conduzcan a la solución de los problemas. Por tanto, no se necesitan especialistas. Esta concepción, trasladada a la escuela, da como resultado lo que se denomina escuela inclusiva.
 Sin embargo, equiparar oportunidades, reducir las barreras al aprendizaje, atender a la heterogeneidad y satisfacer las necesidades de todos los alumnos(as) es un reto difícil de lograr, especialmente cuando insistimos en etiquetar, separar, distinguir o discriminar.
Y que lo que se pretende como reforma educativa, es más bien una reforma laboral y administrativa, cuya tendencia es privatizar la educación y el precepto  del artículo tercero Constitucional  que dice que la educación  debe ser laica, gratuita y obligatoria ( y de calidad, articulo reformado) será solo de nombre..

Notas:
1.- El aprendizaje dialógico es el resultado del diálogo igualitario; en otras palabras, es la consecuencia de un diálogo en el que diferentes personas dan argumentos basados en pretensiones de validez y no de poder. El aprendizaje dialógico se puede dar en cualquier situación del ámbito educativo y conlleva un importante potencial de transformación social.

Referencias
José Manuel Juárez Núñez  et all. Dossier: Procesos educativos en América Latina: política, mercado y sociedad.
De la educación especial a la educación inclusiva

Fecha de consulta: 12 de agosto de 2013


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