Por: Leticia Mejía Cardoso
La escuela inclusiva no surge de
la nada, sino que hay un largo camino previo que se ha tenido que recorrer,
desde la idea de educación especial, a la de escuela de enseñanza especial,
pasando por la escuela de integración, atención a personas con necesidades
especiales de aprendizaje y llegando a la idea contemporánea de escuela
inclusiva.
Como
previo a la escuela inclusiva, la escuela de integración surge como una opción
innovadora frente a la escuela tradicional y excluyente; se define por su
apertura y aceptación en las aulas regulares, a alumnos sin distinción de sexo,
edad, origen social, situación económica, pertenencia social o étnica, así como
a alumnos con necesidades especiales de aprendizaje que, tradicionalmente, eran
excluidos o expulsados de la escuela regular o con necesidades de una educación
complementaria para su “ normalización”.
Por ello la existencia de servicios de Educación
Especial como: grupos integrados, Centros Psicopedagógicos, Escuelas Primarias
Especiales, Centros de Atención Múltiple; y que después se reducen a Centros de
Atención Múltiple básicos y laborales y las Unidades de Apoyo a la educación
Regular.
Pero esto no fue suficiente, el de solo integrar
o “agregar”, era necesario ir al siguiente nivel: una escuela inclusiva cuyas características serán la apertura de las
escuelas a toda la población, de manera que todos los que lo desean tengan
cabida y puedan acceder a una educación de calidad, permanecer en el sistema,
participar en todas las actividades y prácticas socio–educativas, como parte
integrante de la comunidad educativa y de la sociedad en general.
Pero para lograr
una escuela incluyente requerimos construir una sociedad incluyente, en la que
todos quepamos, con nuestras diferencias y particularidades, con nuestras dotes
y habilidades, con nuestros conocimientos e ignorancias. Una sociedad
democrática no de nombre, sino en la práctica, que haga sentir a todos sus
miembros, a todos los ciudadanos en igualdad de condiciones para participar de
la vida política, económica, social, cultural, con acceso a todos los servicios
particularmente salud, educación y vivienda. Una sociedad que dé cabida a todos
sin importar condición social, ni sexo, edad, creencias u origen étnico, y
todos tengamos los mismos derechos y obligaciones sin privilegios ante la ley y
de ninguna clase; esa es una sociedad inclusiva-
Pero ¿cuándo seremos una
sociedad democrática?, si somos en la mayoría, una sociedad apática, apolítica
donde “no pasa nada”, dónde no se toma el parecer de la ciudadanía, donde el
Estado decreta y la mayoría acata, donde existe mucha corrupción, donde hay una
marcada desigualdad social.
Este
involucramiento significa también la solidaridad entre los miembros de una
comunidad escolar, Por tanto, la educación inclusiva implica la responsabilidad
de todos los actores del proceso de enseñanza aprendizaje y el apoyo hacia
niños y niñas con necesidades educativas
específicas, actualmente la connotación
en educación básica es la de: alumnos o alumnas que enfrentan barreras al
aprendizaje y la participación social.
En síntesis, la escuela debe ser
un instrumento para la igualdad de oportunidades para todos, respetando la
diversidad y atendiendo a las necesidades de cada uno de forma diferencial,
además de un espacio de integración social, donde se conoce, comparte y convive
con personas provenientes de otros grupos sociales, y se aprende a respetar y
valorar al "diferente". Se busca la mayor calidad educativa para
todos, para lograr su plena participación e integración social y productiva en
el mundo adulto.
Un sistema educativo semejante
estaría respondiendo a una sociedad democrática, y a las políticas que orientan
su desarrollo. Por ello, la escuela debería perseguir las metas de ciudadanía,
equidad e inclusión, de manera concomitante con las de competitividad,
autonomía y desempeño, ya que la educación debe ser el pilar de una sociedad
equitativa, justa y garante del desarrollo humano de sus ciudadanos.
Para lograr
estos objetivos, todas las escuelas deberían tener los mismos medios y
condiciones semejantes de operación, compensando el Estado los puntos de
partida desiguales, equiparando las oportunidades y subvencionando con mayores
recursos a las escuelas que más lo necesiten de acuerdo con las condiciones
socioeconómicas de la población que atiendan, particularmente en las
localidades y regiones más atrasadas y apartadas.
La política educativa referente a
los niños con necesidades educativas especiales en todos los países no ha sido congruente a lo largo de la
historia: desde una concepción separatista, segregacionista de creación de
recintos especiales para niños con algún tipo de discapacidad, hasta la escuela
de integración, sin tener en cuenta qué es la integración escolar, cómo se
puede llevar a cabo y qué tipo de modificaciones curriculares se deberían haber
hecho para lograrlo e, incluso, qué tipo de formación se debería dar a los
maestros en formación y qué clase de capacitación a los que estaban en
ejercicio; tampoco se pensó en dotarlos de auxiliares que apoyasen su labor en
el aula cuando contaban con alumnos de estas características.
Aunque para ello, existe el personal de Educación Especial, pero
que es insuficiente, pues no todas las escuelas y niveles cuentan con este
apoyo.
No se trata entonces solamente de
los principios básicos de la lectura, la escritura, expresión oral, el cálculo
y la solución de problemas como objetivo final de la escolaridad, sino como
base para alcanzar mayor desarrollo humano a partir de sus contenidos básicos,
conocimientos teóricos y prácticos, valores y actitudes, necesarios "para
que los seres humanos puedan sobrevivir, desarrollar plenamente sus
capacidades, vivir y trabajar con dignidad, participar plenamente en el
desarrollo, mejorar la calidad de su vida, tomar decisiones fundamentadas y
continuar aprendiendo". Aunque estas necesidades básicas cambian
según los países, las culturas y las épocas, hoy parece ser una necesidad
básica, por ejemplo, el manejo de la computadora, el saber navegar en internet,
a fin de tener acceso a mayor información y, posiblemente, a un trabajo.
Una democracia educativa así entendida sería
insuficiente para abarcar a una cantidad de ciudadanos que con frecuencia son
excluidos del sistema educativo, los discapacitados de cualquier tipo –unos más
que otros pero segregados o, peor aún, discriminados por la sociedad, la
escuela y los ciudadanos mismos.
Por ello, la democracia sin la
reforma de la escuela está incompleta; y ésta, sin el cambio social, es una
ilusión utópica. La política educativa en México se ha caracterizado por su
inconsistencia en relación con este segmento de la población. Desde la
desatención absoluta a la educación especial, a la escuela de integración y una
tibia propuesta de escuela inclusiva, (que
aún no logra aterrizar)
Ante esta situación, algunos
autores como Skrt (1995) proponen como punto de partida en la búsqueda de
soluciones, el paso de la democracia simple hacia una adhocracia, entendida
como la posibilidad de participación en las decisiones de todos los sectores de
la sociedad –gubernamental, ciudadano– sin distinción de edades, sexos y
condiciones socioeconómicas, políticas o culturales, de salud o de situación
profesiográfica o civil.
Para este autor, la adhocracia es
de carácter lateral y dialógico1, lo que
se opone a la burocracia. Es decir, la búsqueda de soluciones a los problemas
enfrentados implica la participación de todos los miembros de la sociedad, cada
uno con sus propias calificaciones y conocimientos. En un proceso de
colaboración fundamentado en el respeto a la diversidad, se participa solidariamente
aportando ideas para construir acciones que conduzcan a la solución de los
problemas. Por tanto, no se necesitan especialistas. Esta concepción,
trasladada a la escuela, da como resultado lo que se denomina escuela inclusiva.
Sin embargo, equiparar oportunidades, reducir
las barreras al aprendizaje, atender a la heterogeneidad y satisfacer las
necesidades de todos los alumnos(as) es un reto difícil de lograr,
especialmente cuando insistimos en etiquetar, separar, distinguir o discriminar.
Y que lo que se pretende como reforma educativa, es más bien una
reforma laboral y administrativa, cuya tendencia es privatizar la educación y
el precepto del artículo tercero
Constitucional que dice que la
educación debe ser laica, gratuita y
obligatoria ( y de calidad, articulo reformado) será solo de nombre..
Notas:
1.- El aprendizaje dialógico es el resultado del diálogo
igualitario; en otras palabras, es la consecuencia de un diálogo en el que
diferentes personas dan argumentos basados en pretensiones de validez y no de poder. El aprendizaje dialógico se puede dar en cualquier
situación del ámbito educativo y conlleva un importante potencial de
transformación social.
Referencias
José
Manuel Juárez Núñez et all. Dossier:
Procesos educativos en América Latina: política, mercado y sociedad.
De
la educación especial a la educación inclusiva
Fecha de consulta: 12 de agosto de 2013
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