miércoles, 5 de junio de 2013

Enfoque Multirreferencial


En relación directa con la idea de la realidad como algo que el hombre no controla ni domina, donde existe la evolución, el cambio y la incertidumbre junto con la certeza y el orden, se presenta la idea de la complejidad. Lo complejo alude a lo heterogéneo, significa entretejido, entrelazado. Se opone a “simplicidad” y a “complicado” (Ardoino, J., 1993). Lo complicado involucra la idea de partes que componen un todo y que pueden simplificarse para analizarlo, mientras que la complejidad justamente alude a lo “enmarañado” a lo “irreductible”, a lo no simplificable. Esta aproximación a la complejidad requiere de un abordaje desde la multirreferencialidad, es decir, desde la mirada plural de distintos sistemas de referencia teóricos, que se conservan irreductibles unos a otros.
De acuerdo con esto, Morin (2004), señala que todo sistema no necesariamente debe ser analizado desde una mirada holística; es decir, que “el todo” no debe analizarse como una sola pieza. En otras palabras, para comprender el funcionamiento e interacción de “el todo”, este se debe descomponer en sus partes, pero estas no se pueden analizar concretamente; sino a través de la interacción entre ellas y con “el todo”. Esto es lo que él denominó: principio hologramático.
Por lo anterior, la complejidad implica pensar a la realidad como conformada por dimensiones múltiples y en muchos casos contradictorias que constituyen el todo. En ella existe el caos y el orden, la certidumbre y la incertidumbre (Morin, E., 2001). Hay una idea de conjunto, de totalidad no analizables que tienen carácter hologramático, holístico y dialógico. En los fenómenos sociales esta mirada es adecuada por la ausencia de linealidad causal, por la heterogeneidad en los fenómenos que estudia, por la presencia del azar.
Para el estudio de la realidad desde la complejidad se ha  planteado el enfoque multirreferencial. Este concepto hace referencia a la posibilidad de conocer la realidad en tanto compleja desde distintas perspectivas. Son miradas diferentes que se articulan con el fin de comprender el fenómeno complejo, pero no se subsumen unas en otras. En palabras del autor: “La realidad, la situación, el fenómeno complejo serán objetivados, mirados, escuchados, entendidos, descritos en función de enfoques y de sistemas de referencias diferentes, aceptados como definitivamente irreductibles unos a otros, y necesariamente traducidos por lenguajes distintos, que suponen entonces que se requiere para tal trabajo la capacidad de ser políglota” (Ardoino, J., 1993).
El objetivo de este enfoque no es el de controlar, sino el de comprender el fenómeno. Ardoino propone dentro de este, lo que él denomina un modelo de inteligibilidad que implica analizar el objeto a estudiar desde la articulación de lo institucional, lo organizacional, lo grupal, las interacciones y lo individual. Articular estas perspectivas no significa buscar la armonía y la comprensión de una totalidad en forma armónica sino respetar la heterogeneidad del fenómeno y sus contradicciones.
En conclusión, trabajar dentro del paradigma de la complejidad y del enfoque multirreferencial significa:
• Aceptar la presencia del desorden, la indeterminación, lo singular y lo diferente junto con la regularidad y el orden como componentes del fenómeno a estudiar.
• Considerar la presencia de la causalidad compleja como forma de comprensión del fenómeno.
• La imposibilidad de aislar totalmente el objeto de estudio del campo del cual surge.

• Utilizar distintas teorías y disciplinas para indagar acerca de los planos de significación indicados en el punto anterior. Se buscará la articulación de las miradas sobre el fenómeno y no su síntesis.

Referencias consultadas:
complejidad y multirreferencialidad

MODERNISMO Y POSMODERNIDAD


Categoría tan utilizada como escasamente esclarecida, la de “posmodernidad”,  se  refiriere a las condiciones culturales que se han dado a nivel planetario en las últimas décadas, caracterizadas por la producción de una nueva modalidad de subjetividad. Esta subjetividad es oscilante, variable, sin centro fijo ni continuidad de sentido y convicciones. De tal modo, da lugar a un comportamiento que se ha descripto como light, poco comprometido con los otros y con las grandes causas éticas y políticas de interés colectivo o universal.
 Así, lo posmoderno alude a un sujeto fijado sobre sí mismo, sumido en una modalidad de neonarcisismo que resulta post-ético, al menos en relación a las éticas normativas que caracterizaron la modernidad. Este abandono de los grandes criterios de orientación axiológica que se pretendían universalistas y propios de una razón que los fundaba, conlleva una moral más cercana a la privacidad y al uso de los placeres, lo cual, según ha descripto G.Lipovetski, configuraría sujetos que pueden derivar hacia el sin-sentido, pero que no padecen los males modernos de exigencias tiránicas a las cuales adaptarse, y que se encontrarían en mayor relación de conformidad consigo mismos que los de generaciones anteriores.
Por supuesto, comprender lo posmoderno implica entender en qué consistió la modernidad, como tiempo dominado por la subjetividad. No, por cierto, la subjetividad del arte ni la del rito, la de lo afectivo o lo expresivo, que es precisamente lo que dicha modernidad confinó hacia el olvido o hacia los márgenes. Se trata de la subjetividad racionalista que pretende el conocimiento objetivo del mundo a fines de dominarlo, en el sentido que Descartes planteó paradigmáticamente.  Desde ese punto de vista, se trata aquí del sujeto de la conciencia, sujeto puesto al dominio, y por ello al cálculo racional como ejercicio primario de la existencia.
 La modernidad tuvo como propósito, entonces, poner a la razón en el estricto sentido de razón calculatoria en el centro de su proyecto. Proyecto de dominio científico-técnico del mundo, el cual estaría entonces ofrecido a una “visibilidad” que permitiera el acceso empírico a tal mundo, objetizado como lugar de mirada de la ciencia.
El núcleo central de la modernidad residía en la emancipación del individuo, siempre visto como un momento de una totalidad mayor. Ahora, según la pretensión de la postmodernidad, el individuo goza de plena libertad y de una posibilidad instrumental de elección ilimitada. Si bien es cierto que el orden de dominio tecnocientífico producido por la modernidad capitalista ha situado al hombre como un “súper hombre” de la racionalidad, y en cuanto tal controlador de la phisys natural y humana; no necesariamente este tipo de dominio lo ha hecho más libre. Al contrario, y es de interés señalar, el dominio de la razón técnica ha fracturado el ámbito de la razón práctica, procurando mayores niveles de alienación. De modo que el concepto de individuo que le sirve como panacea no es otro que el concepto de un principio de individualismo egoísta y egocéntrico del beneficio y la ganancia. Un individuo “liberado” a sí mismo de toda responsabilidad de sus valoraciones es un sujeto, precisamente, como la postmodernidad preconiza, sin historia; o en el mejor de los casos al margen de ella.
El derecho a la diferencia es el derecho a la fragmentación social desde el individualismo liberal. No hay una recuperación humanista del individuo, tan sólo una visión de mercado y de intercambio. La postmodernidad viene a justificar, en consecuencia, un modo de vida, sin solidaridad ni projimidad. Frente a esta ideología nada debe ser normado ni prohibido, todo debe ser y estar liberalizado por su propio movimiento de desorden y caos. Hay espacio para todas las expresiones, por antagónicas que sean. Lo disímil e inespecífico a la vez. Es un mundo donde las contradicciones más flagrantes pasan por unívocas o analógicas; donde nada contradice el “sentido común” de la realidad; donde la realidad está sometida por el orden de la infrarealidad o hiper realidad, sin que se produzcan sobresaltos deontológicos


Modernidad y Posmodernidad. Esclarecimiento de los conceptos
Modernidad y Posmodernidad entre el Humanismo Histórico y la Razón Escéptica 

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